Lecturas del XXVIII Semana del Tiempo Ordinario.
Jueves 17 de octubre de 2024
Primera lectura
Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,1-10):
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús, que residen en Éfeso. Os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.
Salmo Responsorial
Sal 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6
R/. El Señor da a conocer su victoria
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia
y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclamad al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,47-54):
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán»; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras
Palabra del Señor
Comentario
“¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque os habéis apoderado de la llave de la sabiduría!”
Jesús con dolor y con claridad echa en cara a los fariseos el tremendo mal que estaban haciendo. En vez de ayudar al pueblo a que reconocieran en Jesús al Mesías, es todo lo contrario. En vez de abrir la puerta y dejar entrar, la cierran. Se colocan en el lugar de Dios como administradores de su sabiduría.
La actitud de Jesús es todo lo contrario: “venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré” (Mt 11, 28).
Jesús ofrece la salvación a todos y lo que nos pide es fe y humildad. Ver la verdad y amarla.
Caminar con el Señor significa también ser humildes. Porque como contaba santa Teresa: “Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante -a mi parecer sin considerarlo, sino de presto- esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad”[1].
La humildad es necesaria para caminar con el Señor. La soberbia cierra sobre sí mismo, se piensa que está en la posesión de la verdad. La humildad, por el contrario, abre el corazón a la verdad al reconocer que no lo sabemos todo. Caminar en la verdad significa tener por delante amplios horizontes. La humildad lleva también a saberse instrumentos en las manos de Dios para ayudar a los demás en el camino de la fe.
Esto es lo que nos dice Jesús con estas palabras: “vosotros no habéis entrado y a los que querían entrar se lo habéis impedido”. Jesús se quiere servir de nosotros, de nuestra vida, de nuestro ejemplo para facilitar a los demás el encuentro con él.
Me acordaba de algo que leí hace unos meses, en el fallecimiento de un buen cristiano. Contaban que tenía encima de su mesa de trabajo estas palabras de san Josemaría: “éste es cristiano, porque no odia, porque sabe comprender, porque no es fanático, porque está por encima de los instintos, porque es sacrificado, porque manifiesta sentimientos de paz, porque ama”[2].
Una buena manera de no apoderarse de la llave de la sabiduría sino de ser buenos conductores de la gracia de Dios es luchar para que los demás puedan descubrir a Cristo en nuestra actuación.
[1] Santa Teresa, Las moradas 6, 10.
[2] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 122