Este domingo el papa Francisco presidirá en el Vaticano la canonización de 14 beatos. 11 de ellos son mártires. Se trata de ocho franciscanos españoles y tres laicos asesinados en 1860 en Siria por varios milicianos drusos por negarse a renunciar a su fe y convertirse al islam.
Beatificar o canonizar a un cristiano mártir, es decir, preferir la muerte antes que renunciar a su fe es algo que continúa impresionando en esta época descristianizada y secularizada. Porque o bien son unos fanáticos e irracionales como definirían los descreídos o bien, detrás de este acto heroico existe una fuerza sobrenatural, una gracia especialísima de Dios. Y esto es lo que creemos los católicos.
Pues bien, entre los 14 próximos santos se encuentran los 11 Mártires de Damasco, que fueron asesinados por negarse a renunciar a su fe cristiana y convertirse al islam. Los “Mártires de Damasco” fueron asesinados “por odio a la fe” en la iglesia franciscana de San Pablo en Damasco (Siria), el 10 de julio de 1860. La custodia de Tierra Santa explica quienes son estos santos en este enlace.
Hoy quiero resaltar su vida heroica como lo explica Courtney Mares en Aciprensa.
Ocho de los mártires son frailes franciscanos, seis sacerdotes y dos religiosos profesos, todos misioneros de España, excepto el P Engelbert Kolland, que era de Salzburgo (Austria).
Los otros tres son laicos que también murieron en el asalto a la iglesia franciscana esa noche: Francis, Mooti y Raphael Massabki, todos hermanos de una familia católica maronita.
Francis Massabki, el mayor de los hermanos, era padre de ocho hijos. Mooti era padre de cinco hijos y visitaba la iglesia de San Pablo todos los días para orar y dar lecciones de catecismo. El hermano menor, Rafael, era soltero y se sabía que pasaba largos períodos de tiempo rezando en la iglesia y ayudando a los frailes.
Su martirio tuvo lugar durante la persecución de los cristianos por parte de musulmanes y chiítas drusos desde el Líbano hasta Siria en 1860, que se saldó con miles de víctimas.
A altas horas de la noche, los extremistas entraron en el convento franciscano, situado en el barrio cristiano de Bab-Touma (San Pablo) en la Ciudad Vieja de Damasco, y masacraron a los frailes: el P. Manuel Ruiz, el P. Carmelo Bolta, el P. Nicanor Ascanio, el P. Nicolás M. Alberca y Torres, el P. Pedro Soler, Kolland, el hermano Francisco Pinazo Peñalver y el hermano Juan S. Fernández.
Los asaltantes le dijeron a Francis Massabki que su vida y la de sus hermanos serían perdonadas con la condición de que negara su fe cristiana y abrazara el islam, a lo que Francisco respondió: “Somos cristianos, y en la fe de Cristo, moriremos. Como cristianos, no tememos a los que matan el cuerpo, como dijo el Señor Jesús”.
Entonces miró a sus dos hermanos y les dijo: “Sed valientes y estad firmes en la fe, porque la corona de la victoria está preparada en el cielo para los que perseveran hasta el fin”. Inmediatamente, proclamaron su fe en Cristo con estas palabras: “Somos cristianos y queremos vivir y morir como cristianos”.
Al negarse a renunciar a su fe cristiana y convertirse al islam, los 11 mártires de Damasco fueron brutalmente asesinados, algunos decapitados con sables y hachas, otros apuñalados o apaleados hasta la muerte.
Cada año, el 10 de julio, el calendario litúrgico de la Custodia de Tierra Santa conmemora a estos mártires. En la capital siria, las comunidades latina y maronita a menudo celebran juntas este día.
Zenón de Elea.