Lecturas de hoy. Miércoles 23 de abril de 2025
Primera Lectura Salmo Evangelio Comentario  Miércoles de la octava de Pascua 23 de abril de 2025  Primera Lectura Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,1-10): EN aquellos días, Pedro y Juan subían al tempo, a la oración de la hora nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos […]

Primera Lectura

Salmo

Evangelio

Comentario 

Miércoles de la octava de Pascua

23 de abril de 2025 

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,1-10):

EN aquellos días, Pedro y Juan subían al tempo, a la oración de la hora nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/. Que se alegren los que buscan al Señor

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas todos los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-35):

AQUEL mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana la sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzado por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor

Comentario 

Mientras celebramos la Pascua, contemplamos de nuevo el camino hacia Emaús, acompañando a Cleofás y al otro discípulo, que dialogan con su incógnito compañero. La viveza del relato nos facilita unirnos a la comitiva, y descubrimos que cada uno de nosotros ha sido alguna vez Cleofás. La experiencia de un pasado mejor, unas esperanzas que no se han cumplido nos encaminan hacia la nostalgia, la tristeza y la derrota. No habíamos contado con el autor de la Vida, que da sentido a la nuestra.

Y Jesús sale a nuestro encuentro, como el pastor que va en busca de la oveja perdida (cf. Mateo 18,12). Él ha dado la vida por sus ovejas, nos considera sus amigos; de hecho su Palabra nos ha llenado, hemos creído en sus obras, incluso con humildad hemos aceptado sus reproches. Él quiere a toda costa salvarnos, porque “esta es la voluntad de Aquel que me ha enviado: que no pierda nada de lo que Él me ha dado, sino que lo resucite en el último día” (Juan 6,39).

Maravilla el modo sencillo como Jesús irrumpe en la escena: de incógnito, preguntando y escuchando el motivo de aquella triste discusión. Luego son los discípulos quienes le escuchan. Y las cosas empiezan a cambiar. De la tristeza pasan al ardor, de considerarlo un extranjero a querer que se quede con ellos y reconocerlo vivo cuando partió el Pan. Jesús se hizo para sus discípulos Camino, Verdad y Vida (cf. Juan 14,6). Así desea seguir irrumpiendo el Maestro en nuestra vida diaria, cuando nos perdemos en nuestras tristezas y desilusiones. Y así quiere que hagamos también nosotros con nuestros amigos. Gustaba a San Josemaría, al meditar esta escena, considerar que el cristiano es también Cristo que pasa: “Cada cristiano debe hacer presente a Cristo entre los hombres; debe obrar de tal manera que quienes le traten perciban el bonus odor Christi (2 Corintios 2,15), el buen olor de Cristo; debe actuar de modo que, a través de las acciones del discípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro”[1].

[1] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 105; homilía “Cristo presente en los cristianos”.

 

 

 

 

 

 

 

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