En el corazón de Roma, el mundo se reúne para dar el último adiós al Papa. Rostros, lenguas y canciones tejen un atlas humano bajo el cielo de San Pedro. Un sobrio brindis de la patria del Pontífice, una canción apenas audible del país africano en guerra, la pura esperanza de los adolescentes lusitanos. No es una despedida, sino el comienzo de un viaje que continúa. Un poema que «nunca llegará al último verso»