Papa León XIV, entonces prefecto del Dicasterio para los Obispos, afirmó que el Sínodo representa una profunda invitación a la conversión y al diálogo dentro de la Iglesia, destacando su papel como espacio de escucha, comunión y superación de polarizaciones. El entonces cardenal Prevost subrayó la importancia de caminar juntos como Iglesia sinodal, promoviendo un liderazgo episcopal cercano al pueblo y una renovación del espíritu pastoral.