Ayer lunes 9 de junio en la Fundación Pablo VI se vivió un fuerte contraste entre el anhelo de reconciliación religiosa y el grito contenido durante generaciones por las víctimas del Patronato de Protección a la Mujer.
El acto, convocado por la CONFER (Conferencia Española de Religiosos) y la asociación Desterradas Hijas de Eva, buscaba pedir perdón por los maltratos sufridos en los reformatorios entre 1941 y 1985. Pero el ambiente fue de acusación y rechazo.
El discurso de Consuelo García del Cid Guerra, la presidenta de la asociación "Desterradas Hija de Eva" y víctima de este Patronato, fue de rabia, de dolor, de indignación. Espero sinceramente que no sea de venganza, porque la venganza no repara ni sana heridas. Ella busca justicia, que se abran los archivos del gobierno y de la Iglesia, y que se repare institucionalmente.
Ella no aceptó el perdón, y las víctimas tampoco: “Verdad, justicia y reparación. Ni olvido ni perdono”. Así lo han gritado durante cerca de diez minutos sin descanso las varios cientos de mujeres que han asistido al acto de perdón organizado por la CONFER, mientras mostraban en alto carteles en los que se podía leer "no".
Por su parte, Jesús Díaz Sariego, presidente de la CONFER, las comprende, las comprende de verdad. No obstante, el acto de perdón y reparación era una buena señal. Pero estas mujeres, con Irene Montero, a la cabeza buscaban justicia. Vuelvo a repetir: espero que no busquen venganza.
Jesús Díaz Sariego, dominico, ha explicado la intención institucional: “Nos encontramos aquí para hacer lo que consideramos necesario y justo: pedir perdón… con humildad y sinceridad queremos romper este silencio”. Añadió que ese grito colectivo de “verdad, justicia y reparación” no le sorprendía, sino que lo veía como una “expresión necesaria para expulsar la rabia” acumulada tras décadas de abuso.
Él ha reconocido que el paso por los centros de estas mujeres "fue más una cárcel que un medio de promoción humana", y ha vuelto a pedir perdón por este "capítulo oscuro de la historia".
A Díaz Sariego se han sumado tres religiosas de tres congregaciones, Carmen Ortega, Antonia López y Mati Mena, que han leído la petición de perdón en nombre de las congregaciones que administraron estos centros y se han comprometido a "esclarecer la verdad" y a "impulsar la reflexión" hacia el interior de sus "archivos".
Pero a Consuelo García del Cid Guerra no le basta. En su discurso resumió en pocas, pero contundentes palabras por qué no aceptan el perdón: “¿Qué tipo de perdón es este? Es un lavado de cara”, criticando la prohibición que sufrieron para hablar de bebés robados durante el acto.
Subrayó la necesidad de una reparación integral, insistiendo en que “ningún perdón puede estar condicionado". Su intervención demostró que las reivindicaciones no buscan una reconciliación fácil, sino una justicia efectiva, una reparación con reconocimiento legal, no solo emocional.
Este acto pone sobre la mesa una cuestión clave: ¿basta una disculpa institucional para cerrar una herida que dura décadas? Las palabras de Sariego y el reconocimiento público son pasos necesarios, pero según las víctimas, si no van acompañados de apertura de archivos, investigación parlamentaria, reparación legal y una condena clara —más allá de un “contexto histórico”—, corren el riesgo de quedar en actos simbólicos vacíos.
Al menos es lo que opinan estas mujeres, Las supervivientes demandan actuaciones tangibles, no solo un acto solemne en un auditorio. Y yo vuelvo a repetir: espero que su grito no se convierta en venganza.
Estoy con el director de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela quien ha dicho: "Este no es el lugar para juicios, para procesos judiciales ni enjuiciamientos formales pero sí un espacio para buscar la reconciliación".
Zenón de Elea.