Lecturas del martes de la XI Semana del Tiempo Ordinario
17 de junio de 2025
Primera Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (8,1-9):
Queremos que conozcáis, hermanos, la gracia que Dios ha dado a las Iglesias de Macedonia: En las pruebas y desgracias creció su alegría; y su pobreza extrema se desbordó en un derroche de generosidad. Con todas sus fuerzas y aún por encima de sus fuerzas, os lo aseguro, con toda espontaneidad e insistencia nos pidieron como un favor que aceptara su aportación en la colecta a favor de los santos. Y dieron más de lo que esperábamos: se dieron a sí mismos, primero al Señor y luego, como Dios quería, también a nosotros. En vista de eso, como fue Tito quien empezó la cosa, le hemos pedido que dé el último toque entre vosotros a esta obra de caridad. Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. No es que os lo mande; os hablo del empeño que ponen otros para comprobar si vuestro amor es genuino. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 145,2.5-6.7.8-9a
R/. Alaba, alma mía, al Señor
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente. R/.
Que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,43-48):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»
Palabra del Señor
Comentario del día
¡Qué grande es el horizonte moral que el Señor nos propone en el Evangelio de hoy! «Sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (v. 48). Para entenderlo bien, lo hemos de leer a la luz de la nueva vida que Jesús nos trae. Se trata de una vida de gracia, en la que el Padre nos regala las fuerzas espirituales para aspirar a la perfección.
Esa perfección a la que Jesús nos llama no es perfeccionista: no se trata de que todas nuestras acciones exteriores sean óptimas y sin limitaciones, sino de que nuestro obrar esté empapado del amor de Dios, a pesar de nuestros defectos. Lo importante es ir perfeccionando la caridad. Dejar que el Señor cambie nuestro modo de ver y sentir, para que nuestro corazón sea más como el suyo. Y así, gradualmente, esta transformación se irá reflejando en nuestras obras.
Precisamente este mismo Evangelio nos propone una clara manifestación de la caridad. Se trata de convivir con todos, sin clasificar el mundo entre “amigos” y “enemigos”. A veces ocurre que nos encontramos con personas que se oponen a nosotros y no acertamos a descubrir el motivo. Jesús nos invita a no desanimarnos y a seguir tratándolos con amabilidad. El Padre los sigue considerando sus hijos, y les da el sol y la lluvia, los cuida esperando el momento de su conversión. Y quizá nuestra paciencia pueda ser el instrumento para que cambien de vida.
Muchos malentendidos se resuelven a base de gestos de amor. Cuando alguien ha perdido la confianza, quizá las explicaciones no son bien recibidas. Es el momento de ir a lo concreto, de conquistar al otro con detalles diarios de afecto. San Josemaría decía que los demás pueden cambiar su opinión de nosotros «cuando se den cuenta de que “de verdad” les quieres. De ti depende» (San Josemaría, Surco, n. 734). Con la ayuda de Dios, procuremos encontrar esos gestos que hacen que los demás se sepan queridos.