La fecha del 17 de junio nos ofrece un abanico de santos de distintas épocas, lugares y vocaciones. Desde una reina que abrazó la vida religiosa, hasta mártires y obispos comprometidos con la verdad del Evangelio. Todos ellos vivieron con radicalidad su amor a Dios, y hoy nos inspiran con el testimonio de su entrega.
Santa Teresa de Portugal (1176–1250)
Hija del rey Sancho I de Portugal y de la reina Dulce de Aragón, Santa Teresa fue una princesa que destacó por su profunda fe y espíritu de reconciliación. Se casó con Alfonso IX de León, con quien tuvo varios hijos, pero el matrimonio fue declarado nulo por razones de consanguinidad. Retirada de la vida cortesana, Teresa se dedicó a la caridad, fundó el Monasterio de Lorvão (donde profesó como monja cisterciense) y vivió el resto de su vida en oración y obras de misericordia. Fue beatificada por Clemente XI y canonizada en 1705. Su figura une la nobleza y el espíritu cristiano de servicio silencioso.
San Gondulfo de Bourges († c. 550)
Obispo de Bourges, en la actual Francia, San Gondulfo fue un hombre de gran cultura y sólida doctrina. Vivió en una época marcada por las invasiones bárbaras y por la necesidad de consolidar la Iglesia en la Galia. Su episcopado se distinguió por el celo pastoral, la enseñanza firme del Evangelio y la defensa de la ortodoxia en tiempos convulsos. Es venerado por su compromiso con la verdad y por haber fortalecido a la comunidad cristiana de su diócesis.
San Himerio de Amelia (s. IV–V)
Obispo de la ciudad italiana de Amelia, en la región de Umbría, San Himerio es recordado por su vida de penitencia, oración y entrega pastoral. Vivió en los primeros siglos del cristianismo tras la paz constantiniana y dedicó su ministerio a la consolidación de la fe en tiempos en que el paganismo aún influía culturalmente. Su cuerpo fue hallado incorrupto en el siglo XII, lo que aumentó su veneración local. Su figura representa la discreta pero firme labor de los obispos de la Antigüedad cristiana.
San Isauro y compañeros mártires († s. III)
Isauro fue un diácono cristiano que sufrió el martirio en Macedonia, probablemente durante las persecuciones del emperador Decio. Junto a él fueron martirizados también Inocencio, Félix, Hermias y Peregrino. La tradición recoge que soportaron con valentía los tormentos antes de ser decapitados por confesar su fe. Son recordados por su fortaleza y por su lealtad inquebrantable a Cristo, incluso en medio del dolor y la muerte.
San Alberto Chmielowski (1845–1916)
Nacido en Polonia con el nombre de Adam Chmielowski, fue un joven talentoso, pintor y patriota, que participó en el levantamiento contra el dominio ruso. Tras perder una pierna en la guerra y vivir una profunda conversión, abandonó su carrera artística para dedicarse por completo a los pobres y marginados. Fundó la Congregación de los Hermanos y Hermanas del Tercer Orden de San Francisco, llamados “albertinos”, dedicados al servicio de los sin techo y necesitados. San Juan Pablo II lo canonizó en 1989 y lo propuso como modelo de vida consagrada en el corazón del mundo. Su vida muestra la transformación del arte en caridad vivida.
San Avito de Orleans († c. 530)
Obispo de Orleans, Avito fue uno de los pastores galos más destacados de su época. Participó activamente en los concilios de la Iglesia de su tiempo y se esforzó por mejorar la formación del clero y la vida cristiana del pueblo. Fue también defensor de la justicia social y de la dignidad de los más pobres, sin temor a enfrentarse a las injusticias del poder civil. Su vida refleja el compromiso social del Evangelio vivido desde la autoridad episcopal.