La presencia de los carmelitas descalzos en la República Centroafricana se remonta a 1971. Su misión en Bozoum —en uno de los países con mayor índice de pobreza— busca ofrecer nuevas oportunidades a los jóvenes: “Educamos a los chicos para que se vuelvan autónomos y productivos, de modo que puedan sostenerse por sí mismos”, cuenta el párroco, el padre Marco Poggi.