Gänswein y Francisco: una reconciliación “humana y sacerdotal” que refuerza la comunión en la Iglesia
La historia reciente del arzobispo alemán Georg Gänswein y el Papa Francisco nos deja una lección que va más allá de las intrigas, tensiones, malos entendidos, castigos y desacuerdos: nos habla de humanidad, humildad y Evangelio. Muchos creyeron que el libro de Gänswein, Nada más que la verdad. Mi vida al lado de Benedicto XVI, […]

La historia reciente del arzobispo alemán Georg Gänswein y el Papa Francisco nos deja una lección que va más allá de las intrigas, tensiones, malos entendidos, castigos y desacuerdos: nos habla de humanidad, humildad y Evangelio.

Muchos creyeron que el libro de Gänswein, Nada más que la verdad. Mi vida al lado de Benedicto XVI, publicado apenas unos días después de la muerte del Papa emérito, fue una afrenta personal a Francisco.

En aquellas páginas, el ex secretario personal de Benedicto respondía con franqueza a quienes lo acusaban de conspirar contra Francisco, defendía su lealtad a Joseph Ratzinger pero admitía, con no poca amargura, haber quedado “sorprendido y herido” por algunas decisiones del pontífice argentino. Fue un testimonio sincero, pero quizás inoportuno porque Francisco no lo digirió bien. Y el castigo fue severo: Gänswein perdió su cargo en la Casa Pontificia y fue relegado sin funciones a su diócesis de origen, Friburgo.

Durante más de un año, el arzobispo vivió una especie de exilio silencioso. El Vaticano parecía haberle cerrado las puertas. Sin embargo, en 2024, ocurrió lo que muchos no esperaban: el Papa lo nombró nuevo nuncio apostólico en Lituania, Letonia y Estonia. Un gesto que no solo restituyó la confianza institucional, sino que reveló también la dimensión pastoral de Francisco, que siempre ha dicho preferir "una Iglesia herida por salir a la calle que enferma por encerrarse en sí misma". 

Ahora, el propio Gänswein ha contado cómo se produjo esa reconciliación que fue en enero de 2024, después de que el arzobispo alemán predicara en la Basílica de San Pedro con motivo del primer aniversario de la muerte del papa Benedicto XVI. 

Dos días después, Gänswein tuvo una audiencia con el papa Francisco. "Ese fue el momento de la distensión", declaró el arzobispo. "El hecho de que posteriormente fuera nombrado nuncio en los países bálticos es sin duda consecuencia de ello". 

Y explica cómo fue ese encuentro entre él y Francisco: “Fue una conversación muy abierta y fraternal. Hablamos también del libro, de las consecuencias que tuvo. Al final de esa conversación, nos dimos la mano. Fue una conversación larga, buena, profunda. Una conversación humana y sacerdotal”, explicó hace unos días en una entrevista exclusiva con EWTN News que han recogido varios medios. 

En la misma entrevista, el arzobispo alemán ha admitido que, si bien hubo "ciertas dificultades y tensiones" entre él y el papa Francisco, no se podía hablar de una "ruptura". "No todo fue como informó la prensa", declaró el exsecretario privado del papa Benedicto XVI, según recoge CNA Deutsch la versión en alemán de la agencia Catholic News Agency. 

Detrás de este testimonio se asoman dos hombres de Iglesia, con sus heridas, sus debilidades y también su fe. Un gesto que fortalece a la Iglesia, la dignifica, que testimonia la grandeza de la Iglesia y que refuerza la comunión en la Iglesia. 

Nos da esperanza. En un mundo tan mediatizado, no creo que sea bueno esconder estos desencuentros entre el Papa y sus cardenales y arzobispos. Al final, los periodistas nos enteramos por unas fuentes u otras. Lo que los católicos necesitamos de nuestros líderes es su ejemplo de humildad: que al final rectifican, se perdonan, muestran humanidad. 

Porque si algo ha demostrado este episodio es que los obispos, incluso los que viven en los apartamentos más próximos al trono de Pedro, no dejan de ser hombres. Hombres que se equivocan, que se duelen, que se defienden, que piden perdón y que perdonan.

El Evangelio nos exige conversión continua. Y el perdón, cuando es verdadero, construye puentes. El Papa, como sucesor de Pedro, está llamado precisamente a eso: a ser garante de la unidad. No de la uniformidad, sino de esa comunión que se teje incluso en la diferencia, como bien supo vivir Benedicto XVI hasta el final de sus días, fiel a la Iglesia y a su sucesor.

La rehabilitación de Gänswein y su misión diplomática en el Báltico no son solo un giro de guion. Son una señal de que la Iglesia sigue siendo un lugar donde la misericordia puede más que la estrategia, donde la verdad se dice con caridad, y donde la comunión se reconstruye incluso después de la tensión.

En estos tiempos en que muchos esperan gestos políticos del Papa, Francisco ha dado un gesto profundamente cristiano. Y Gänswein, con humildad, ha aceptado ese gesto. Ambos, desde sus diferencias, han hecho lo que el Evangelio pide a los discípulos: reconciliarse antes de acercarse al altar.

Zenón de Elea. 

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