Lecturas de hoy. Martes 24 de junio de 2025
Primera Lectura Salmo Segunda Lectura Evangelio Comentario del día  Lecturas del Martes de la Solemnidad de Natividad de san Juan Bautista 24 de junio de 2025  Primera Lectura Lectura del libro de Isaías (49,1-6): Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. […]

Primera Lectura

Salmo

Segunda Lectura

Evangelio

Comentario del día 

Lecturas del Martes de la Solemnidad de Natividad de san Juan Bautista

24 de junio de 2025 

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías (49,1-6):

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 138,1-3.13-14.15

R/. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma. R/.

No desconocías mis huesos,
cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R/.

Segunda Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (13,22-26):

En aquellos días, dijo Pablo: «Dios nombró rey a David, de quien hizo esta alabanza: “Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos.” Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: “Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias.” Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación.»

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,57-66.80):

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre.
La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»
Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Palabra del Señor

Comentario del día 

Entre los israelitas, el acto de imponer el nombre estaba reservado para el padre del niño. Era un modo en que se reconocía la paternidad sobre el recién nacido. Por eso, tocaba a Zacarías decir cuál era el nombre del bebé, aunque le resultaba complicado expresarse en esos momentos, porque se había quedado mudo por su incredulidad.

Los padres de san Juan Bautista reconocían que Dios los había bendecido mandándoles un niño cuando parecía que ya no tenían ninguna razón para esperar. El modo extraordinario en que vino al mundo les recordaba que ese hijo era un don del Señor. El ángel le había dicho a Zacarías que ese hijo traería mucha felicidad no solo para sus padres, sino para una multitud de personas: «Será para ti gozo y alegría; y muchos se alegrarán con su nacimiento» (Lucas 1,14). San Juan, ese hijo tan esperado, tenía una misión de cara a todo el pueblo: «convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios» (Lucas 1,16).

Isabel y Zacarías insisten en ponerle al niño el nombre que el ángel había indicado. Detrás de esta actitud, podemos adivinar el deseo de ofrecer ese hijo a Dios. Ellos no quieren dominar sobre su vida, ni buscan afirmarse a través de su paternidad. De hecho, Zacarías renuncia a ponerle su mismo nombre, mientras que a los demás les parecía lo más lógico. Sin embargo, para Isabel y su marido, lo más importante es que su hijo cumpla la misión para la que ha venido al mundo.

Después de que Zacarías hubiera escrito «Juan es su nombre» su lengua se desató y empezó a alabar a Dios. Es la alegría de un padre generoso, que pone a su hijo en las manos del Señor y se entusiasma con la misión que ha recibido.

En los padres de san Juan Bautista encontramos un ejemplo maravilloso para todos los padres. Al Señor le agrada que nos alegremos con el don de los hijos. Al mismo tiempo, nos invita a respetar y amar “el nombre” que Él les ha dado: es decir, el propio temperamento, los talentos y, sobre todo, su vocación. Los padres se convierten entonces en los promotores de la personalidad de sus hijos y en una gran ayuda para que abracen la misión que el Señor les ha concedido.

 

 

 

 

 

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