León XIV preside la Misa en la solemnidad de los santos patronos de la diócesis y de la ciudad de Roma, en el Altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro -con la bendición e imposición del palio a los nuevos arzobispos metropolitanos- e invita a contemplar las dos figuras apostólicas, diferentes en sus carismas y a veces contrapuestas, pero capaces de vivir «una fecunda armonía en la diversidad». Su apertura al cambio se convierte hoy en un estímulo para nuevas formas de evangelización.