¿Qué santos se celebran hoy, jueves 31 de julio de 2025?
El Santo del día es una reseña diaria de los santos guardados en la memoria de la Iglesia. Historias de maestros de vida cristiana de todas las épocas que como faros luminosos orientan nuestro camino. San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús  San Ignacio de Loyola es uno de los santos de […]

El Santo del día es una reseña diaria de los santos guardados en la memoria de la Iglesia. Historias de maestros de vida cristiana de todas las épocas que como faros luminosos orientan nuestro camino.

San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús 

San Ignacio de Loyola es uno de los santos de la reforma católica del siglo XVI. Fundador de la Compañía de Jesús, este santo es recordado como maestro de espiritualidad gracias a sus Ejercicios. Su fiesta se celebra el 31 de julio.  

Una vida caballeresca

Íñigo López de Loyola nació en 1491 en Azpeitia, en Guipúzcoa (España). Su aspiración era ser caballero. Por eso, su padre lo envió a Castilla, junto a don Juan Velázquez de Cuéllar, ministro del rey Fernando el Católico. La vida en la corte formó el carácter y los modales del joven, que comenzó a leer poemas y a cortejar a las damas. Al morir don Juan, Íñigo se trasladó a la corte de don Antonio Manrique, duque de Nájera y virrey de Navarra. Siguiéndolo participó en la defensa de la ciudad de Pamplona. Allí, el 20 de mayo de 1521, fue herido por una bala de cañón que lo dejó cojo para toda la vida. Durante su larga convalecencia, tuvo ocasión de leer la Leyenda Áurea de Jacopo da Varagine, y la Vida de Cristo de Lodolfo Cartusiano. Ambos textos influyeron enormemente en su personalidad, convenciéndolo de que el único Señor al que valía la pena seguir era Jesucristo.

Una peregrinación providencial  

Decidido a peregrinar a Tierra Santa, Íñigo llegó hasta el santuario de Montserrat, donde hizo voto de castidad y cambió sus ricos vestidos por los de un mendigo. Barcelona, desde cuyo puerto debía embarcarse hacia Italia, padecía una epidemia de peste, e Íñigo tuvo que detenerse en Manresa, donde vivió un largo periodo de aislamiento que dedicó a la meditación y a la escritura de una serie de consejos y reflexiones que, reelaborados más tarde, formaron la base de los Ejercicios Espirituales.

Llegó por fin a Tierra Santa deseando establecerse allí, pero el superior de los franciscanos se lo impidió, considerando que sus conocimientos teológicos eran demasiado pobres. Íñigo regresó entonces a Europa y comenzó estudios de gramática, filosofía y teología, primero en Salamanca y después en París.

En la capital francesa cambió su nombre por el de Ignacio, en homenaje al santo de Antioquía, a quien admiraba por su amor a Cristo y su obediencia a la Iglesia. Estos rasgos serían más tarde pilares fundamentales de la Compañía de Jesús. Para 1534, tenía seis seguidores: Francisco Javier, Pedro Fabro, Alfonso Salmerón, Diego Laínez, Nicolás Bobedilla y Simón Rodrigues.

El día 15 de agosto de 1534, los siete juran en Montmartre servir a nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo, y fundan la Sociedad de Jesús, que luego sería llamada la Compañía de Jesús. Deciden viajar a Roma para ponerse a las órdenes del Papa. El Papa Pablo III les dio la aprobación y les permitió ordenarse sacerdotes.

La Compañía de Jesús estuvo animada desde el principio por el celo misionero: los sacerdotes Peregrinos o Reformados (solo más adelante asumieron el nombre de Jesuitas) fueron enviados por toda Europa, y luego a Asia y al resto del mundo, llevando por todas partes su carisma de pobreza, caridad y obediencia absoluta a la voluntad del Papa.

Uno de los principales problemas que Ignacio tuvo que afrontar fue la preparación cultural y teológica de los jóvenes. Por esta razón, formó un cuerpo de docentes y fundó diversos colegios que, con los años, adquirieron fama internacional gracias al elevado nivel científico y a un programa de estudios que fue tomado como modelo incluso por instituciones no religiosas.

Roma

Por obediencia al Papa, Ignacio permaneció en Roma para coordinar las actividades de la Compañía y ocuparse de los pobres, los huérfanos y los enfermos, hasta el punto de que se le conoce como “el apóstol de Roma”. Dormía tan solo cuatro horas por noche, y continuaba su trabajo con esfuerzo a pesar de los sufrimientos causados por la cirrosis hepática y los cálculos biliares.

Murió en su pobre celda en 31 de julio de 1556. Fue canonizado en mayo de 1622 por el Papa Gregorio XV. Sus restos se conservan en la iglesia de Jesús en Roma, uno de los más bellos monumentos del barroco romano.

San Justino de Jacobis, de la Congregación de la Misión, obispo en Abisinia

Conocido como el "padre de la Iglesia de Etiopía", San Giustino de Jacobis se caracteriza por el "mandato misionero", la "preocupación por formar el clero indígena" y la "acción ecuménica", tal y como subrayó Pablo VI en su ceremonia de canonización en 1975.  

Llamado el "apóstol de Etiopía", Giustino de Jacobis es ante todo un religioso de la Congregación de la Misión, el hombre que "en una región alejada de su tierra natal" se convirtió en "mensajero del Evangelio de Cristo".

Así, Pablo VI traza la figura de este obispo que vivió en 1800, durante la ceremonia de canonización – el 26 de octubre de 1975 – mientras que agrega otras características del Santo conocido como el "padre de la Iglesia de Etiopía": "la correspondencia completa al mandato Misionero", "la constante preocupación por formar clérigos indígenas", "la acción ecuménica".

La vocación

Nacido en San Fele, provincia de Potenza, el 9 de octubre de 1800, todavía siendo niño se muda a Nápoles con su familia. Es aquí donde en 1818 un padre carmelita percibió la vocación del joven Giustino, dirigiéndolo hacia la comunidad de misioneros vicencianos. Se mudó a Apulia el 18 de junio de 1824 y fue ordenado sacerdote en la catedral de Brindisi. En 1836 regresó a Nápoles. Durante una epidemia de cólera, el sacerdote se dedica con todas sus fuerzas a los enfermos de la ciudad.  

La misión vicenciana

Dos años más tarde, los vicentinos emprendieron una misión en Adua, Etiopía, donde el padre Giustino llegó el 13 de octubre de 1839: asumió la responsabilidad de la región de Tigrè, estableciendo así la primera verdadera misión con el título de Vicariato de Abisinia. Con el tiempo, se le unieron dos hermanos italianos, junto con el monje etíope Ghébré Michael, quien se convirtió al catolicismo y fue proclamado Beato en 1926. Y esta misma conversión la realizaron alrededor de cinco mil indígenas. Para preparar a los sacerdotes locales, Giustino fundó un seminario llamado "Colegio de la Inmaculada". Luego nacen otros centros misioneros en Gondar, Enticciò, Guala. El 8 de enero de 1849 fue ordenado obispo titular de Nilopoli. Después de la persecución del negus Teodoro, tendrá lugar el martirio del primer sacerdote indígena: el abba Ghébré Michael, en 1855, seguido del exilio del obispo de Jacobis y su muerte el 31 de julio de 1860, en Eidale, en Eritrea. 

Otros santos y beatos del día 

San Calimero de Milán
Santa Elena de Suecia
Beato Everardo Hanse
San Fabio de Mauritania
Beato Francisco Stryjas
San Germán de Auxerre
Beato Juan Colombini
Beata Sidonia Schelingová
Beato Miguel Ozieblowski
San Tertulino de Roma
Beato Jaime Buch Canals

 

 

 

 

 

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