Llegado a Roma junto con algunos jóvenes, refugiados en Europa con sus familias a causa del conflicto civil estallado en 2011, el franciscano de la Custodia de Tierra Santa cuenta a los medios de comunicación vaticanos las dificultades de la parroquia de San Francisco de Asís tras los recientes ataques. Pero también da testimonio del «milagro cotidiano» de una comunidad cristiana viva, compuesta por más de 1200 fieles, que sigue resistiendo con fe y esperanza.