Lecturas del Martes de la XIX Semana del Tiempo Ordinario
12 de agosto de 2025
Primera Lectura
Lectura del libro del Deuteronomio (31,1-8):
Moisés dijo estas palabras a los israelitas: «He cumplido ya ciento veinte años, y me encuentro impedido; además, el Señor me ha dicho: «No pasarás ese Jordán.» El Señor, tu Dios, pasará delante de ti. Él destruirá delante de ti esos pueblos, para que te apoderes de ellos. Josué pasará delante de ti, como ha dicho el Señor. El Señor los tratará como a los reyes amorreos Sijón y Og, y como a sus tierras, que arrasó. Cuando el Señor os los entregue, haréis con ellos lo que yo os he ordenado. ¡Sed fuertes y valientes, no temáis, no os acobardéis ante ellos!, que el Señor, tu Dios, avanza a tu lado, no te dejará ni te abandonará.»
Después Moisés llamó a Josué, y le dijo en presencia de todo Israel: «Sé fuerte y valiente, porque tú has de introducir a este pueblo en la tierra que el Señor, tu Dios, prometió dar a tus padres; y tú les repartirás la heredad. El Señor avanzará ante ti. Él estará contigo; no te dejará ni te abandonará. No temas ni te acobardes.»
Palabra de Dios
Salmo
Dt 32,3-4a.7.8.9.12
R/. La porción del Señor fue su pueblo
Voy a proclamar el nombre del Señor:
dad gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca,
sus obras son perfectas. R/.
Acuérdate de los días remotos,
considera las edades pretéritas,
pregunta a tu padre, y te lo contará,
a tus ancianos, y te lo dirán. R/.
Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Dios. R/.
La porción del Señor fue su pueblo,
Jacob fue el lote de su heredad.
El Señor sólo los condujo,
no hubo dioses extraños con él. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,1-5.10.12-14):
En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. ¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»
Palabra del Señor
Comentario del Evangelio
Lo del reino de los cielos es otra cosa. Nada que ver con nuestra forma habitual de pensar. Nada que ver con nuestros miedos. Es que la misma pregunta de los discípulos ya dice mucho sobre la forma de pensar de los que hacen la pregunta. En realidad, a poco que nos pongamos en la perspectiva de Jesús, la pregunta es ridícula. La pregunta se hace desde nuestro mundo, desde esta forma de pensar anquilosada que nos ha llevado a lo largo de la historia a un conflicto tras otro, que nos hace pensar siempre en las relaciones entre las personas situando a unas arriba y a otras abajo. En la perspectiva del reino, la pregunta es simplemente ridícula, sin sentido.
El reino de los cielos es una reino hecho de fraternidad e igualdad. Solo hay un padre, uno que está por encima y ese es Dios. Los demás somos todos iguales, todos hermanos y hermanas, todos a la misma altura. Todos sentados a la misma mesa. La pregunta por quién es el más importante en el reino demuestra claramente los discípulos no habían entendido nada. Pero nada de nada. Y viendo como iba a seguir la historia, está claro que les costó entenderlo y que hoy mismo nos sigue costando entenderlo.
El reino es reino de igualdad y fraternidad, es una familia, la familia de los hijos e hijas de Dios. Y, por eso, es un reino de justicia. Y, por eso, la prueba, la auténtica prueba de que nos movemos en esa dimensión del reino consiste en que los últimos sean los primeros. Los más débiles, los más pobres, los más ineptos, los niños, los ancianos, los enfermos, los que sufren, los más débiles, todos estos que son los últimos en nuestro mundo, son los primeros en el reino. Cuando los tratamos como los primeros, cuando los servimos y atendemos, entonces es cuando el reino se está haciendo presente en medio de nosotros. Porque el Padre no quiere que se pierda ni uno de los más pequeños. Porque todos son sus hijos queridos.