El cierre de las Descalzas Reales deja en el aire el destino de su valioso patrimonio barroco
Virgen de la Piedad y un retablo barroco Falta de vocaciones en Valladolid  El histórico convento de las Descalzas Reales de Valladolid, declarado Bien de Interés Cultural en 1974, cerró este martes sus puertas después de siglos de vida contemplativa. Entre sus muros quedará, por ahora, un valioso patrimonio artístico y cultural cuyo futuro todavía […]

Virgen de la Piedad y un retablo barroco

Falta de vocaciones en Valladolid 

El histórico convento de las Descalzas Reales de Valladolid, declarado Bien de Interés Cultural en 1974, cerró este martes sus puertas después de siglos de vida contemplativa. Entre sus muros quedará, por ahora, un valioso patrimonio artístico y cultural cuyo futuro todavía se desconoce.

La clausura se formalizó con una misa de despedida presidida por el arzobispo de Valladolid, monseñor Luis Argüello, quien lamentó que no se pueda mantener la actividad de la comunidad “si solo pueden ‘laborar’ y no orar”.

El motivo inmediato del cierre se debe a la presencia de solo cuatro religiosas, todas de avanzada edad.

Virgen de la Piedad y un retablo barroco

Entre las obras que custodiaban las clarisas destacan la imagen de la Virgen de la Piedad y el retablo mayor de estilo barroco, piezas de alto valor devocional y artístico.

También se conserva mobiliario litúrgico, imágenes procesionales y elementos ornamentales que forman parte del legado histórico del convento. Sin embargo, ninguna de las religiosas presentes pudo precisar cuál será su destino.

“Nosotras solo venimos a recoger a las hermanas”, señaló Sor Isabel, que recibirá en el convento de Santa Isabel a dos de las religiosas desplazadas. La decisión sobre el patrimonio, aclaró, corresponde a “instancias superiores” de la Iglesia.

En este momento no hay comunicado oficial que indique si las piezas serán trasladadas a otro monasterio, a un museo diocesano o permanecerán custodiadas en el edificio cerrado.

Falta de vocaciones en Valladolid 

La incertidumbre no es nueva. El cierre de comunidades religiosas por falta de vocaciones —una tendencia que, según el arzobispo, afecta a toda la provincia— plantea desafíos no solo espirituales, sino también de conservación.

El patrimonio de clausura, muchas veces oculto a la mirada pública durante siglos, corre el riesgo de quedar descontextualizado si se traslada sin un plan pastoral y cultural que lo acompañe.

En la emotiva ceremonia de despedida, la abadesa, Sor Lourdes, recordó sus “67 años aquí” como “una vida feliz dedicada a Dios, Dios y Dios”.

En un gesto cargado de simbolismo, abrió la liturgia tocando el bandoneón, cuyo sonido resonó por última vez en la capilla.

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