El Santo del día es una reseña diaria de los santos guardados en la memoria de la Iglesia. Historias de maestros de vida cristiana de todas las épocas que como faros luminosos orientan nuestro camino.
La Solemnidad de la Asunción de la Virgen María
Cada 15 de agosto, la Iglesia católica celebra con gozo la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, un misterio de fe que proclama que la Madre de Jesús, al final de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del Cielo. Este dogma, definido solemnemente por el Papa Pío XII en 1950 mediante la constitución apostólica Munificentissimus Deus, reconoce la participación especial de María en la victoria de su Hijo sobre el pecado y la muerte.
Aunque la definición dogmática es relativamente reciente, la creencia en la Asunción hunde sus raíces en la Tradición de la Iglesia desde los primeros siglos. Ya en las comunidades cristianas de Oriente se celebraba la “Dormición de María”, con la convicción de que la Madre de Dios no sufrió la corrupción del sepulcro, sino que fue glorificada por su Hijo. La liturgia romana, enriquecida por esta herencia, hace de la Asunción una de las principales solemnidades del calendario.
El misterio que celebramos no es solo un privilegio concedido a la Virgen, sino también una promesa para todo el Pueblo de Dios. En María contemplamos la plenitud de la redención: lo que Dios hizo en Ella es anticipo y garantía de lo que realizará en todos los que le son fieles. Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 966), la Asunción es una participación singular en la Resurrección de Cristo y una anticipación de la resurrección futura de los miembros de su Cuerpo.
La liturgia del día se reviste de alegría pascual. Las lecturas bíblicas nos invitan a mirar hacia el cielo: el libro del Apocalipsis presenta la visión de “una mujer vestida de sol” (Ap 12,1), figura de María y de la Iglesia; san Pablo recuerda que Cristo ha vencido a la muerte; y el Evangelio de san Lucas nos lleva al Magníficat, canto humilde y poderoso de la Virgen que glorifica la obra de Dios en su vida.
En muchos lugares, la Asunción se vive también como fiesta popular, con procesiones, ofrendas florales y actos culturales. Pero en su núcleo más profundo, esta solemnidad es una invitación a la esperanza y a la fidelidad. María, elevada al cielo, nos recuerda que estamos llamados a vivir para Dios, y que nuestra meta final no es de este mundo. En Ella, Madre y Reina, la Iglesia reconoce la más alta realización de la humanidad redimida y confía su camino hacia la eternidad.
Otros santos y beatos del día
Santa María del Alba
San Alipio de Tagaste
San Estanislao de Kostka
San Simpliciano de Milán