El episcopado mexicano rechaza la expansión de estos campos, originados por el crimen organizado, y renueva su compromiso de ser voz de los que no tienen voz: "Ofrecemos nuestra participación en espacios de diálogo y colaboración para atender esta crisis humanitaria, acompañar a las víctimas y contribuir a la reconstrucción del tejido social tan lastimado por estos actos de violencia extrema".