Por qué es tan difícil comprender la reforma que trajo Francisco a la Iglesia
La Curia Romana y las finanzas  Reforma contra los abusos La reforma de la sinodalidad Procesos, no documentos o comisiones “El tiempo es superior al espacio” “La unidad prevalece sobre el conflicto” “La realidad es más importante que la idea” “El todo es superior a la parte” Su verdadera herencia Reforma de la Curia Romana, […]

La Curia Romana y las finanzas 

Reforma contra los abusos

La reforma de la sinodalidad

Procesos, no documentos o comisiones

“El tiempo es superior al espacio”

“La unidad prevalece sobre el conflicto”

“La realidad es más importante que la idea”

“El todo es superior a la parte”

Su verdadera herencia

Reforma de la Curia Romana, de las finanzas, de la sinodalidad, de los abusos… El pontificado de Francisco tuvo que afrontar reformas ante urgencias que demacraban el rostro de la Iglesia. Pero su acción no se limitó a estas reformas. Afrontó una reforma mucho más grande, que pocos hoy son capaces de comprender e identificar.

¿Qué legado deja a la Iglesia el pontificado de Francisco? En estos momentos en los que el mundo llora su partida, abundan los balances sobre sus doce años de pontificado.

Como es lógico, se destacan sus proyectos de reforma de la Iglesia a los que dedicó sus mayores esfuerzos.

La Curia Romana y las finanzas 

Ante todo, claro está, se cita la reforma de la Curia Romana, que quedó recogida en la constitución apostólica “Praedicate Evangelium” (2022). Reorganizó la administración de la Santa Sede para hacerla más evangelizadora, descentralizada y transparente. Entre las novedades más evidentes, destacan los puestos de responsabilidad que ahora pueden desempeñar en la Curia mujeres y, en general, los mismos laicos.

La reforma de las finanzas del Vaticano también le dio muchos quebraderos de cabeza a Francisco. Tuvo que dedicarle mucho tiempo y energías a causa de la situación que encontró al inicio de su pontificado. Creó instituciones de control sobre los gastos de los diferentes departamentos vaticanos. Introdujo reducciones salariales para cardenales y otros altos cargos, como medida de austeridad para mitigar el déficit financiero. Alentó la lucha contra la corrupción, avalando, por primera vez en la historia moderna de la Iglesia, el juicio contra uno de sus más altos dignatarios, el cardenal Angelo Becciu, condenado en 2023 a cinco años y medio de prisión por fraude financiero.

Último recorrido del Papa en la Plaza de San Pedro a bordo del papamóvil tras la bendición "Urbi et Orbi" del Domingo de Pascua, 20 de abril de 2025. (Vatican Media).

Reforma contra los abusos

Otro de los proyectos a los que Francisco se dedicó en cuerpo y alma fue la lucha contra todo tipo de abusos sexuales o de conciencia dentro de la Iglesia. Esta batalla, con sus luces y sombras, quedó sintetizada en las disposiciones legislativas recogidas en el “Vos estis lux mundi” (2019), actualizadas en 2023.

Esa carta apostólica obliga a todo clérigo y religioso a informar a las autoridades eclesiásticas competentes sobre cualquier abuso del que tenga conocimiento, incluyendo casos de encubrimiento. Las nuevas normas pueden incluir a los obispos entre los investigados y buscan garantizar la protección a denunciantes y víctimas. La Iglesia hoy es un lugar más seguro.

La reforma de la sinodalidad

El balance eclesial del Papa Francisco podría continuar mencionando muchas otras medidas, pero en general todas podrían sintetizarse en el determinante impulso que imprimió a la sinodalidad.

La sinodalidad fue un proyecto de reforma transversal, que tocó todas las dimensiones de  la Iglesia. No se materializó en una nueva ley u organización. Él la entendía más bien la sinodalidad como un “modo de ser” Iglesia, donde todos los bautizados, desde los laicos hasta los obispos, participan activamente en su vida y misión.

El Papa dedicó a este objetivo el Sínodo sobre la Sinodalidad, todo un proceso que duró desde 2021 a 2024. Para que todo ese esfuerzo no se perdiera, convocó la primera asamblea eclesial mundial dedicada a este tema en 2028, un proceso sobre el que deberá decidir su sucesor.

Procesos, no documentos o comisiones

Aquí podría acabar nuestro balance de la reforma eclesial adoptada por el Papa Francisco. Ahora bien, eso significaría no comprender nada. Francisco dejó muy claro que en su proyecto de reforma de la Iglesia no buscaba publicar constituciones, documentos, o crear comisiones…  Sabía perfectamente que toda reforma soluciona unos problemas, pero a largo plazo crea otros, pues está hecha por hombres y para hombres.

Lo que buscó Francisco desde que apareció en el balcón de la Basílica de San Pedro, tras  el “Habemus Papam”, fue impulsar “procesos de reforma”.  Porque la reforma de la Iglesia no son actos y decisiones que surgen de un proceso de conversión.

Entender cómo se conforman estos procesos significa penetrar en la visión de Jorge Mario Bergoglio. Lo podemos hacer a través las cuatro frases que presentó al mundo en el documento con el que planteó el programa de su pontificado, la exhortación apostólica “La alegría del Evangelio” (2013).

“El tiempo es superior al espacio”

Ante todo, Francisco estaba convencido de que “el tiempo es superior al espacio”. Este principio refleja una visión pastoral y teológica que privilegia los procesos de transformación a largo plazo sobre la ocupación inmediata de posiciones de poder o control.

Francisco entiende el tiempo como proceso: permite generar dinámicas de cambio y crecimiento que maduran con paciencia y esperanza. ​Al tiempo contrapone el espacio, entendido como límite y posesión: el espacio se relaciona con la tentación de ocupar, controlar y cristalizar procesos.

Privilegiar el espacio implica buscar resultados inmediatos y consolidar posiciones de poder, lo cual puede obstaculizar el desarrollo auténtico y sostenible.​ Esta fue la tentación que trató siempre de evitar Bergoglio.

“La unidad prevalece sobre el conflicto”

El segundo principio programático del pensamiento del último pontificado es “la unidad prevalece sobre el conflicto”. Destaca la importancia de buscar la unidad sin ignorar los conflictos, pero superándolos mediante el diálogo, la reconciliación y la búsqueda del bien común.

Este principio invita a no quedar atrapados en las divisiones. Impulsa a buscar una unidad que no elimine las diferencias, sino que las integre en una armonía superior. Francisco propone aceptar y resolver los conflictos, transformándolos en eslabones de un nuevo proceso, superando la lógica de la polarización.

“La realidad es más importante que la idea”

El tercer principio, “la realidad es más importante que la idea”, subraya la necesidad de que las ideas y teorías estén enraizadas en la realidad concreta, evitando que se conviertan en abstracciones desconectadas de la vida cotidiana. Este principio se relaciona con la encarnación de la Palabra de Dios, que se hizo carne en Jesucristo. La fe cristiana no es una teoría abstracta, sino una vivencia concreta, un encuentro con Jesucristo y los hermanos, que se manifiesta en obras de justicia y caridad.

“El todo es superior a la parte”

El cuarto principio, “el todo es superior a la parte”, destaca la importancia de una visión integradora que supere las parcialidades. La unidad no implica uniformidad, sino la armonización de las diversidades en un conjunto que las supera y las enriquece.

Francisco anima a trabajar por un bien común que no anule las particularidades, sino que las armonice en un todo más amplio y enriquecedor. Este principio anima a construir una comunidad eclesial que, respetando la diversidad de carismas, culturas y tradiciones, se una en la misión evangelizadora.

Su verdadera herencia

A la hora de trazar el legado que este pontificado deja a la Iglesia nos habíamos focalizado inicialmente en actos de gobierno significativos, pero desgajados de su razón de ser,  la gran reforma de la Iglesia impulsada por Francisco.

Reforma de la Curia, de las finanzas, de la sinodalidad… Todo esto tiene sentido en la medida en que forman parte de una reforma mucho más amplia, un proceso que no ha hecho más que comenzar. Convencido de que “la Iglesia siempre debe ser reformada”, el Papa argentino lanzó un proceso continuo, un proceso que no sólo debe afectar a las instancias eclesiales, sino que debe comenzar por cada bautizado.

Esta es la reforma que Francisco quiso para su Iglesia y que para muchos de nosotros es tan difícil de comprender, pues no se puede reducir a un gesto, a un acto de gobierno. Esta es la reforma que ahora todos estamos llamados a continuar. Lo queramos o no será el desafío de su sucesor.

 

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