"Desde nuestra clausura, sostenemos al mundo entero"
"Nuestra vida es un testimonio de que Dios existe"
“Orar con fe, vivir con esperanza”
Las ideas principales del mensaje episcopal
Un llamado a la Iglesia y al mundo
En un inspirador vídeo, Sor Inmaculada de la Cruz, dominica contemplativa, subraya la importancia de la oración monástica como motor del corazón eclesial.
"Desde nuestra clausura, sostenemos al mundo entero"
Desde su clausura dominica, Sor Inmaculada, en el vídeo oficial, ofrece una visión cercana y sencilla de la vida contemplativa. Destaca cómo la oración humilde y constante es un “pulso” que mantiene viva la Iglesia.
Su mensaje, pausado y profundo, invita a ver la vida monástica como testimonio de silencio fecundo, no de aislamiento, sino de escucha activa por el bien común de la Iglesia: “La vida contemplativa es una vida de oración, de alabanza, de intercesión, de reparación”, afirma.
Sor Inmaculada, que descubrió su vocación en la JMJ de 1989, con el Papa San Juan Pablo II, dice que reconocer que la santidad cotidiana – el trabajo manual, la lectura espiritual, la eucaristía – es un servicio a todos, aunque apenas se perciba desde fuera: “Desde nuestra clausura, sostenemos al mundo entero con nuestra oración”.
"Nuestra vida es un testimonio de que Dios existe"
Expresa así mismo que su vida está marcada por cultivar una comunidad orante, donde cada monja sostiene la vida espiritual del conjunto con su fidelidad diaria. “Nuestra vida es un testimonio de que Dios existe, de que vale la pena vivir para Él", señala.
Aunque Sor Inmaculada no se refiere a cuestiones doctrinales complejas, transmite de manera clara que la relevancia de la vida contemplativa reside en su "capacidad de sostener la fe del pueblo. La fidelidad diaria es nuestra forma de evangelizar”.
“Orar con fe, vivir con esperanza”
La Conferencia Eppiscopal Española ha convocado a esta Jornada bajo el lema “Orar con fe, vivir con esperanza”, subrayando que quienes oran de forma perseverante e intercesora ayudan a toda la Iglesia a crecer en confianza y fecundidad.
En su mensaje, los obispos recuerdan que “la actitud orante inherente a la fe viene a dar nombre al lema de la Jornada de 2025 como fuente de la esperanza que buscamos y anhelamos en el año jubilar” . Asimismo, insisten en que la oración contemplativa, tanto personal como comunitaria, es el corazón de la vida contemplativa, siguiendo el Papa Francisco en Vultum Dei quaerere .
Los obispos, como pastores de la Iglesia en España, recalcan que las comunidades contemplativas “son madres en la fe, guardando la relación profunda con Dios y sosteniendo a la comunidad creyente con su oración”. En tiempos a menudo caracterizados por prisas y superficialidad, esta Jornada busca recordar que sin esa dimensión contemplativa, la misión evangelizadora se empobrece.
Cartel.
Las ideas principales del mensaje episcopal
Fe y esperanza inseparables: La oración firme alimenta la esperanza, incluso en situaciones difíciles. Esa confianza se convierte en una descendencia espiritual, como las “estrellas del cielo” .
Base del año jubilar: En 2025, año jubilar, esa perspectiva esperanzadora encuentra su raíz en la vida contemplativa, cuya oración es referencia para toda la Iglesia .
Dimensión comunitaria: No se trata sólo de oración individual, sino de un tejido eclesial: “personal y comunitaria, elevada al Señor con fe” .
Reconocimiento institucional: La Jornada es una ocasión para mostrar gratitud y acompañamiento institucional a quienes viven este carisma, un acto de reciprocidad y presencia.
Un llamado a la Iglesia y al mundo
La Jornada Pro Orantibus 2025 no solo celebra a las comunidades contemplativas, sino que las visibiliza como motor espiritual esencial de toda la Iglesia. Según la CEE, orar con fe y vivir con esperanza son dos caras inseparables del mismo testimonio cristiano, especialmente necesario en un mundo que busca sentido.
El mensaje de los obispos se convierte en una invitación: reconocer esa presencia silenciosa, apoyar a las comunidades contemplativas en oración y recursos, y asumir que su misión es también nuestra misión. Ese pulso de fe debe dar raíz a una Iglesia más fuerte, esperanzada y comprometida.
Para quienes escuchan a Sor Inmaculada, queda el recuerdo de que, en el silencio de un convento, se teje la “gran obra” de la intercesión por cada persona, cada comunidad, cada nación. Una obra que no se ve, pero sostiene el corazón del mundo.