Primeras palabras del nuevo Custodio en Tierra Santa: La impresionante fuerza de los franciscanos en un país en guerra
El pasado 24 de junio, el Papa León XIV confirmó el nombramiento de Francesco Ielpo como nuevo Custodio de Tierra Santa, sucediendo al padre Francesco Patton. En su primera entrevista concedida a la web de la Custodia de Tierra Santa se expresa con fuerza y esperanza.  En tiempos de odio, extremismos y guerras, la presencia […]

El pasado 24 de junio, el Papa León XIV confirmó el nombramiento de Francesco Ielpo como nuevo Custodio de Tierra Santa, sucediendo al padre Francesco Patton.

En su primera entrevista concedida a la web de la Custodia de Tierra Santa se expresa con fuerza y esperanza. 

En tiempos de odio, extremismos y guerras, la presencia franciscana en Tierra Santa – encarnada en personas como Francesco Ielpo – ofrece un mensaje profundamente revolucionario: no con poder terrenal, sino con la fraternidad humilde, el compromiso silencioso y la fidelidad a San Francisco de Asís.

Fray Francesco Ielpo transmite un mensaje íntimo y revelador: para él, ser franciscano hoy es vivir la fraternidad como piedra angular del carisma de San Francisco. “Ser franciscano hoy en Tierra Santa significa, ante todo, ser una fraternidad en la Custodia” – destaca Ielpo – "este es el primer anuncio". Una fraternidad que no se reduce a una comunidad religiosa cerrada, sino que se despliega como testimonio de presencia y acogida real en medio de tensiones y conflictos.

La misión franciscana en Tierra Santa no goza de una sola figura: más de 200 frailes trabajan “en silencio, a veces incluso a escondidas”, haciendo posible la custodia de los lugares santos, acompañando a los cristianos locales y sosteniendo peregrinaciones, escuelas e iniciativas culturales. 

Custodiar, explica Ielpo, significa “proteger algo que no es tuyo” del mismo modo que San José cuidó del Niño Jesús y la Virgen sin poseerlos  Esa entrega total es el corazón del desafío: cuidar una herencia milenaria, incansablemente amenazada por conflictos, sin apropiársela.

Frente a la complejidad del terreno – guerras, divisiones interreligiosas, tensiones geopolíticas – Ielpo avisa: no se trata de líderes solitarios, sino de hermanos que caminan unidos. Esa fraternidad es la base para afrontar desafíos pendientes. Aunque reconoce que “estamos en un momento trágico” donde el sentimiento de impotencia puede invadir, insiste en que lo que se espera de los frailes es seguir el ejemplo de Francisco de Asís: "caminar en humildad y fraternidad"

¿Qué mensaje pueden traer San Francisco y sus seguidores a un mundo desgarrado?

En un entorno marcado por la violencia, el fanatismo y la fragmentación, la Custodia franciscana ofrece una respuesta contracultural. El mensaje de San Francisco, resuena con fuerza renovada: la fraternidad, la simplicidad, la paz activa. Ielpo recuerda que Francisco fue a Tierra Santa durante las Cruzadas, sin pretender cambiarlas con armas, sino con gestos de cercanía, diálogo y oración .

Ese mismo espíritu se aplica ahora: no hay soluciones rápidas, pero sí gestos que siembran semillas. La fraternidad vivida por los frailes – en relaciones cotidianas con judíos, musulmanes, cristianos – es un acto profético. En este mundo roto, Francisco y sus hijos traen el testimonio de una presencia que abre espacios de confianza y escucha, que sostiene a los más vulnerables y planta semillas de esperanza allí donde reina el miedo.

Ielpo asume su cargo con humildad: sabe que no puede transformar por sí solo, pero confía “en la acción del Espíritu Santo” que actúa en la fraternidad. Esa misma humildad invita a la Iglesia universal a reconocer que el cambio no será a golpe de grandes discursos o soluciones inmediatas, sino de presencia humilde, solidaridad cotidiana, y construcción paciente de puentes.

Hoy más que nunca, el modelo de Francisco de Asís es un anticipo de civilización, una invitación radical a la reconciliación. Si se vive auténticamente, esa fraternidad franciscana es “la otra manera de vivir” que Ielpo vislumbra: cercana, fraterna, dispuesta al sacrificio silencioso, sembradora de paz.

 Ese es su regalo al mundo: la posibilidad de caminar juntos, en paz, en solidaridad, siendo custodios de lo sagrado, no con armas, sino con corazones unidos.

Zenón de Elea. 

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