Caso ex clarisas de Belorado: Una líder capaz de manipular y generar fanatismo
El titular y el calificativo no es mío: es del experto en sectas Luis Santamaría. En declaraciones a la Cope, Santamaría identificó varios elementos de carácter sectario que han sido visibles ante la opinión pública en el caso de las exclarisas de Belorado. La figura de la líder, Laura García de Viedma, antigua abadesa, es central, […]

El titular y el calificativo no es mío: es del experto en sectas Luis Santamaría. En declaraciones a la Cope, Santamaría identificó varios elementos de carácter sectario que han sido visibles ante la opinión pública en el caso de las exclarisas de Belorado.

La figura de la líder, Laura García de Viedma, antigua abadesa, es central, pues ha sido capaz de "arrastrar a sus hermanas mediante un discurso irracional lleno de contradicciones". Santamaría la describe como alguien que se ha "erigido como una nueva salvadora de la Iglesia", presentándose como la verdadera garante de la continuidad de la Iglesia Católica "de toda la vida" frente a una "Iglesia conciliar" que habría abandonado la tradición. Llega incluso a afirmar que "desde Pío XII no ha vuelto a haber un Papa legítimo en la Iglesia", recoge la Cope. 

Pero aquí no queda la cosa, porque además las ex monjas de Belorado no permiten que los familiares de las monjas mayores las vean o hablen con ellas. 

Hace apenas días, tal y como adelantó Religión Confidencial en una operación nocturna sin aviso, cinco monjas de avanzada edad fueron trasladadas desde el monasterio de Belorado a Orduña, en vehículos no adaptados y sin autorización médica. Estas mujeres, algunas con demencia senil y otras en silla de ruedas, quedaron aisladas de sus propias familias, lo que ha desatado profundas inquietudes entre sus seres queridos —“Pensé que la mataban”, confesó uno de los sobrinos emocionado a la Cope. 

Por eso, Luis Santamaría alerta que este proceder no es un simple cisma religioso, sino una dinámica propia de grupos sectarios. Define a la líder de este movimiento como “una autoridad capaz de manipular y generar fanatismo”, que utiliza mecanismos de “engaño, mimetismo y contradicciones internas” para mantener un control asfixiante sobre las monjas mayores. 

Santamaría describe cómo el entorno dentro del convento ha cambiado radicalmente: el tradicional mensaje de “Paz y bien” ha sido reemplazado por un frío “Prohibido el paso”, síntoma de la deriva totalitaria de un grupo que pretende encerrar emocionalmente a sus miembros.

Más allá del gesto autoritario, hay una clara instrumentalización de estas religiosas quebradas. Personas vulnerables, aisladas incluso de su propia familia, se convierten en escudos humanos para justificar una permanencia irregular, cargada de contradicciones que Santamaría desvela: se apelaba a razones sanitarias para impedir el contacto familiar, y ahora se esgrime una voluntad de permanencia que las propias hermanas no pueden expresar con claridad. 

Este no es un caso menor: estamos ante una comunidad que, denunciada por la propia Iglesia y por la justicia, actúa con la lógica de una secta: aislando, manipulando, imponiendo versiones distorsionadas, y usando a las más frágiles como barrera frente a la legalidad y el diálogo. En este caso, no se trata solo de una revuelta doctrinal, sino de una trampa emocional y espiritual que exige una respuesta firme y protectora.

Zenón de Elea 

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